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Foto del escritorAarón García

Una reflexión en torno a la historia local y el sentido de pertenencia

Redacción: Jesús Aarón García Acosta

Coord. del Archivo Histórico de Playas de Rosarito

Instituto Municipal de Arte y Cultura

El arraigo también se puede construir desde la educación.

Este año Playas de Rosarito cumple 135 años de su fundación. De acuerdo a las interpretaciones históricas en la actualidad, el 14 de mayo de 1885 se decide como la fecha oficial para representar el comienzo del desarrollo local rosaritense.


Don Joaquín Machado Valdéz, uno de los once hijos de don Manuel Machado (fundador de Rancho el Rosarito), promovió en 1879 ante la Secretaría de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la República Mexicana, la adjudicación del rancho, denunciándolo como baldío. En ese sentido, Machado logró su cometido con el entonces presidente Porfirio Díaz, lo que se hizo constar de un título de propiedad el 14 de mayo de 1885 en el Registro Público de la Propiedad de Ensenada de Todos los Santos, cabecera del Partido Norte de Baja California.


En esta ocasión, en el marco del mes de fundación de nuestra localidad, me gustaría exponer una serie de apuntes que nos permita reflexionar acerca de nuestra historia local, sobre todo el vínculo que existe con la generación del sentido de pertenencia, considerando que esto es parte indispensable de nuestro desarrollo social y cultural.


Entre dichos y voces, se ha quedado en nosotros la idea de “conocer nuestra historia para no repetir los errores del pasado”. Aunque tal aseveración podría abrir una amplia reflexión, también es importante visibilizar el vínculo entre pasado-presente, y no sólo meramente como una lección de vida que nos permita mejorar como sociedad. Se trata, pues, de conocer y apropiar los lazos y referentes históricos en sus diversas manifestaciones.


Un claro ejemplo de lo anterior pueden ser los vestigios tangibles e intangibles que conforman el patrimonio cultural de una región. Como es el caso de Playas de Rosarito, el conocer los sitios como el Parque Abelardo L. Rodríguez, la zona histórica de El Descanso, la antigua Casa Machado, el Hotel Rosarito Beach, las culturas aborígenes yumanas, entre otros, nos permite comprender la importancia de su preservación y a su vez crea en nuestra comunidad un sentido de pertenencia. Esto se expresa por medio de la apropiación de los diversos espacios de carácter histórico y cultural; la tradición oral de los acontecimientos locales desde la memoria y en la sensibilidad por cuidar nuestro entorno comunitario.


En cambio, si no tenemos el referente histórico y cultural del entorno que nos rodea; de los espacios públicos, de nuestro municipio o terruño, en cierta medida no podríamos crear un interés o empatía por conservar nuestro patrimonio cultural. En ese sentido, la relación pasado-presente nos da un hincapié para interesarnos y sensibilizarnos en el cuidado de diversas manifestaciones históricas, políticas, culturales y patrimoniales.


Además, es importante decir que el arraigo o “echar raíces”, a partir del lazo que se construye con el lugar, también contribuye a establecer una relación con el territorio, creando así el apego o sentimiento de pertenencia. Por lo que resulta interesante estar conscientes de la construcción del arraigo de comunidades migratorias en Playas de Rosarito, quienes aportan a la diversidad cultural del municipio (dígase la comunidad purhépecha en la colonia Constitución, los norteamericanos con permanencia histórica en la ciudad, así como otras y otros provenientes de diversos estados de la república, por dar algunos ejemplos).


En suma, conocer nuestra historial local es de suma importancia para establecer lazos de arraigo, sentido de pertenencia y sobre todo de identidad. Todo esto se logra con socializar o compartir el conocimiento histórico desde diversas áreas culturales o educativas y desde la memoria de los individuos quienes formaron parte de los acontecimientos.


Me gustaría terminar esta reflexión con una cita textual del historiador Luis González y González, que me parece aún vigente y fascinante por su importancia a la hora de acercarnos a la historia y cultura de las localidades en el país. En su obra Invitación a la microhistoria, nos dice lo siguiente:


Sería exagerado decir que en cada parroquia o municipio imperan valores culturales totalmente propios, una filosofía y una ética diferentes, o si se quiere, una distinta visión del mundo. Con todo, en [sic] tratándose de México, es posible escribir ampliamente de las culturas locales, de los valores que le dan sentido y cohesión a cada uno de los tres mil de la República […] En la mayoría de estas células de la sociedad mexicana hay matices éticos o costumbres que las diferencian de sus vecinas. (González, 1986, p. 121).

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