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Atanacio Castro, pionero del centro agrícola "La tomatera"

Don Atanacio Castro Moreno llegó en busca de trabajo de su natal Guanajuato a Tijuana en 1960. Cuatro años después conoció a Celso, uno de los mayordomos del centro agrícola de la familia González conocido como “La tomatera”; al ser presentado con uno de los dueños y contarles que sabía trabajar la tierra, inmediatamente fue contratado. A los pocos días de su llegada, Don Atanacio cuenta que falleció el mayordomo general, quien era Alberto González. Dada esa situación y la confianza que a su llegada había inspirado en la familia, lo nombraron mayordomo general. Así, Tano, como muchos lo conocen, comenzó a adquirir reconocimiento no solo dentro del amplio número de trabajadores de la Tomatera, sino en todo Rosarito.


Me mantuve durante 29 años de mayordomo general, entonces en ese tiempo me pagaban 750, le hablo, pues del 64-65 para acá, hasta el 72, por ahí; ya del 72 me salí a la termoeléctrica. En ese tiempo casi no había casas, había unas cuantas casas por Rosarito.


Don Tano cuenta que los terrenos de cultivo de la tomatera eran amplísimos, pues eran una gran parte de lo que ahora es la colonia Reforma:


Sembrábamos donde está el Ortegas grandote, hasta ahí llegaba la Tomatera. Sembrábamos con máquinas. Lo que no podíamos sembrar era tomate, lechuga y rábano, no podíamos sembrar porque arriba no había agua. Esperábamos a sembrar a temporal, sembrábamos con lluvia, pero empezábamos bastante tiempo a barbechar y durábamos hasta que ya se llegaba noviembre y se venían las aguas ya estaba todo sembrado para levantar la cebada y el trigo.


Su labor como mayordomo y lealtad a sus patrones fueron reconocidos por ejidatarios quienes necesitaban la mano de alguien experimentado en los cultivos como Atanacio, por tiempo después comenzó a trabajar para otros ranchos:


Estuve en El Descanso, en Primo Tapia; estuve en la Misión, en las Salinas; estuve en el Chichiguas, se llama rancho Santa Rosa […] Me fui un tiempo con Lupe Pérez, el del [Restaurante] Nido, me fui con él a sembrar, duré como diez años, no estoy seguro. Entonces de ahí, me fui con Pancho Minjarez, otro ejidatario, para otro rancho. Y ya me vine otra vez aquí con ellos, con este rancho [Rancho de la fam. González].


Estas experiencias le permitieron conocer a gran parte de los fundadores de los ejidos, así como los desolados cerros y playas que ahora se encuentran poblados.


En ese tiempo Rosarito no tenía casas, una línea por la carretera nomás, yo cuando llegué aquí no había escénica, no había carretera escénica. A penas estaban comenzando a construirla, era puro terregal, cuando ya la comenzaron a construir me acuerdo que me fui una vez caminando hasta Salsipuedes porque había tanta abulón que usted se paraba en la orilla del mar y cualquier piedra la miraba tapada de abulón.


A sus 83 años recuerda con claridad los únicos sitios para bailar, mercados, restaurantes y los nombres de quienes fueron los únicos policías de la entonces delegación. Asimismo, reconoce cómo han crecido y se han extendido los ejidos y sus colonias:


El plan libertador no estaba allí [desde la col. Benito Juárez señala al Oeste], se hizo dónde está el panteón, allá lo construyeron. Allá se empezó a formar el Plan Libertador, entonces el ejido Mazatlán le dio una parcela al ejido plan libertador, una de abajo para que se bajaran en la orilla de la cartera y a mí me dieron unos dos lotes arriba, por un lado, porque los regalaban los terrenos en ese tiempo, pero yo ya no agarré nada mejor me vine para acá [al rancho González]. Entonces encontré al Plan libertador para acá, empezó a estirarse, estirarse y ya viene por acá donde está el Infonavit, pero no estaba acá antes [Algunas casas del Plan libertador pueden verse desde la col. Benito Juárez], estaba bien lejos el plan libertador. Rosarito tenía, me acuerdo, una tienda que le decían “la Fortuna” y los “Mercados Unidos” y una tienda de un chino, los licores de Camacho que eran los “5 y 10”, así se llamaban los licores esos, pero de ahí para acá estaba todo despoblado, no había nada. Ahí para la playa estaba todo libre, no había de ese lado del mar nada de casas, ya después comenzaron a construir todo. […] Había un policía que se llamaba José, después comenzó a aumentar la policía y luego ya vino uno que se llamaba Lupe y ese el Juan Camacho y luego el Pancho también Camacho.


Atanacio fue testigo de cómo lo que ahora es la colonia Echeverría y la zona conocida como Los panchos fueron poblándose poco a poco de manera invasiva, pues las personas que ahí llegaban no tenían permiso para establecerse y dado que se trataba de un número considerable de familias, finalmente decidieron dejarlos en paz, puesto que las autoridades de entonces mandaban a desalojar a dichas familias de manera violenta.


Además de trabajar en los cultivos, fue portero y albañil en la construcción de la Termoeléctrica, donde trabajó por cinco años; posteriormente, durante 10 años sería el encargado del panteón del ejido Mazatlán. Actualmente, “El Gavilán”, como también es conocido, sigue trabajando como agricultor para su autoconsumo.



Las fotografías son cortesía de Guadalupe Castro.



Jesús González y Atanacio Castro en la Chiquita Bar.

Don Atanacio Castro trabajando en el Rancho González



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